En un primer momento, se debe realizar la siembra en un suelo limpio y es necesario evitar las parcelas con gran invasión de plantas herbáceas estivales, sobre todo el panizo de mijo falso y el sorgo de Alepo, para los que no existen soluciones eficaces de lucha química en el cultivo.
El sorgo es un cultivo exigente en la plantación; es importante que crezca rápido y de forma homogénea para, sobre todo, facilitar el control de los adventicios y limitar la competencia que pueda surgir entre el sorgo y las plantas herbáceas estivales principalmente. Por tanto, conviene cuidar la preparación del lecho de semillas, la calidad de la siembra para obtener un contacto suelo-grano satisfactorio y sembrar en un suelo caliente (la temperatura de la tierra debe superar los 12 ºC) y a la profundidad suficiente (de 3 a 4 cm) para permitir una sensibilidad limitada a los herbicidas, sobre todo a los graminicidas radiculares utilizados en suelos filtrantes o antes de un periodo de lluvia.